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Mecenas del siglo XXI

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Publicación original: 31/05/13 | Publicación en EFB: 18/12/20 | lavanguardia.com

Mecenas del siglo XXI

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El Renacimiento fue el momento de esplendor de los nobles que relanzaron la historia del arte y la arquitectura. La tradición continúa siglos después de la mano de filántropos que aportan unos cuantos granitos de arena en favor de la ciencia, la medicina y el bienestar social

El multimillonario norteamericano Leonard Lauder sigue ganando terreno en la carrera por convertirse en el mayor filántropo del siglo XXI. El pasado mes de abril, sin previo aviso, el presidente emérito de la multinacional de la cosmética que lleva el nombre de su madre, Estée Lauder, se comprometió a donar al Metropolitan Museum of Art de Nueva York (conocido como Met) una colección de arte cubista con 78 obras maestras de Picasso, Braque, Gris y Léger, valorada en más de 1.000 millones de dólares (unos 763 millones de euros).

Lauder ha conseguido de momento situarse como líder en la lista de mecenas del 2013, seguido del magnate de la comunicación y el entretenimiento Michael Bloomberg, que ha donado este año 270 millones de euros a la Universidad Johns Hopkins (Baltimore, EE.UU.); y de la multimillonaria Muriel Block, que ha beneficiado a la Escuela de Medicina Albert Einstein de la Universidad Yeshiva (Nueva York) con 123 millones de euros. Es curioso, pero gracias a un sistema muy particular de donaciones diferidas, la señora Block continúa apareciendo en la lista de mecenas a título personal pese a que falleció en septiembre del 2010.

Los casos de Muriel Block, Bloomberg, Lauder o el todavía más conocido Bill Gates son ejemplos de una singular afición de las grandes fortunas norteamericanas por la filantropía. Los importantes beneficios fiscales que tiene el mecenazgo en este país explican sólo una pequeña parte de una historia de éxito que muchos intentan imitar, sobre todo en situaciones de crisis y recortes de fondos públicos destinados a los servicios sociales, sanidad, educación e investigación científica.

“El culto al individualismo de sociedades como la de Estados Unidos está asociado,  curiosamente, a la idea de que las personas han de devolver una parte importante de lo que han conseguido de la sociedad para hacerse ricos, y por eso prácticamente todos los multimillonarios norteamericanos tienen fundaciones o canales para hacer filantropía”, explica Rafael Vilasanjuan, director del Laboratorio de Ideas del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), un centro que ha recibido ayudas millonarias de la Fundación Bill y Melinda Gates para la investigación de la vacuna de la malaria.

Pocos días después de anunciar su nuevo donativo pictórico, Leonard Lauder fue invitado por la Fundación Arte y Mecenazgo, que impulsa Obra Social La Caixa y preside Leopoldo Rodés, para pronunciar en Madrid la conferencia To conserve, not to possess  (Conservar, no poseer), un guiño dirigido a los millonarios y coleccionistas que pueden ayudar a los museos con donativos de obras de arte. “El buen coleccionista es aquel que reúne arte pensando en que lo puedan disfrutar públicamente las generaciones futuras”, dejó en el aire el octogenario Lauder.

Aparte de sentirse en la obligación de “devolver a la sociedad al menos una parte” de lo que le ha dado –la revista Forbes calcula que la fortuna de Leonard Lauder ronda los 6.235 millones de euros–, el magnate de la cosmética explicaba en La Vanguardia del 6 de mayo algunos de los secretos de donaciones como la suya. En un ejemplo tan clásico como incomprensible para el común de los ciudadanos, el continuador de la firma Estée Lauder aseguraba tener algunos amigos que han donado una fortuna de 77 millones de euros a sus hijos y esto les ha hecho desgraciados. Por otra parte, afirmaba sentirse orgulloso de ser ciudadano de Estados Unidos y de pagar sus impuestos, pero recordaba que según la fiscalidad de Nueva York, si él deja en herencia una obra de arte valorada en un millón de dólares sus hijos tendrán que pagar al Estado un impuesto por valor de 650.000.

La fiscalidad estadounidense es importante, pero Carmen Gayo, presidenta de la Asociación Española de Fundraising, destaca que todavía lo son más las raíces culturales, históricas y también religiosas. “La filantropía se estudia en Estados Unidos desde la etapa preescolar y el calvinismo casi obliga a los ricos a devolver el dinero ganado a la sociedad”, recuerda Carmen Gayo. Hacer grandes donativos es una satisfacción personal y un orgullo social de los norteamericanos, como demuestra la lista de grandes donantes American top donors, publicada por The Chronicle of Philanthropy (Philanthropy.com) con el objetivo de difundir las acciones de los grandes filántropos del país o centros especializados como la Escuela de Filantropía de la Universidad de Indiana (Philanthropy.iupui.edu).

En España, en cambio, existe una proporción más baja de multimillonarios que en Estados Unidos y los que deciden ejercer de mecenas a título personal tienen ciertos reparos en hacer públicos los detalles de sus donativos. Quizá sea por no exhibir el volumen de sus fortunas o quizá por evitar las críticas en una sociedad poco acostumbrada a este tipo de acciones. Sin ir más lejos, en octubre del 2012, la Fundación Amancio Ortega, creada por el multimillonario propietario de Inditex, firmó un convenio con Cáritas por el cual entregará este año 20 millones de euros para “afrontar las necesidades en materia de alimentación, ayuda farmacéutica, servicios de vivienda y material escolar, entre otros”. Durante las semanas siguientes al anuncio de este donativo, uno de los más importantes concedidos hasta ahora en España, los medios de comunicación y las redes sociales en internet dedicaban casi tanto espacio a las críticas como a las alabanzas.

Nuestra cultura no perdona a los ricos ni cuando hacen donativos. Quizás también por eso seamos uno de los países con menos donantes per cápita de Europa, y en este caso no hace falta referirse a los poseedores de grandes fortunas. Según los datos de la Asociación Española de Fundraising, sólo el 19% de la población española hizo donativos regulares o puntuales durante el 2012, mientras que en países como Alemania se llegó al 32% y Francia alcanzó el 53%. En Austria, el país más altruista per cápita de Europa, el 61% hizo algún tipo de donación durante el año pasado. Lo explica Carmen Gayo, presidenta de esta asociación creada en 1997 para promover la financiación de actividades que desarrollan las entidades del denominado tercer sector (cooperación, atención a la infancia, defensa del medio ambiente, derechos humanos, promoción de la cultura, educación, investigación y desarrollo, salud...).

“Históricamente el mecenazgo no ha tenido en España el predicamento de países como Estados Unidos, pero esto está cambiando de forma acelerada, como podemos ver en la creciente actividad de las fundaciones”, explica Raimundo Pérez-Hernández, director de la Fundación Ramón Areces y vocal de la junta directiva de la Asociación Española de Fundaciones. Uno de los motivos que impulsan al crecimiento de los donativos por parte, por ejemplo, de las grandes empresas es precisamente la respuesta de responsabilidad social corporativa ante la crisis y la necesidad de recursos en el tercer sector y las fundaciones, destaca Pérez-Hernández.

Para empresarios ricos y menos ricos, las motivaciones para hacer donativos pueden tener muchos puntos en común. En el caso de Bill Gates, por ejemplo, Rafael Vilasanjuan destaca que, “aparte de cuestiones culturales, el beneficio que consigue con sus donativos se encuentra también en la satisfacción de saber que se está mejorando el mundo”. En el mismo sentido, Carmen Gayo cree que “tanto los grandes mecenas como los pequeños donantes son personas que quieren ayudar y saber que su dinero se usa eficazmente”. Una donación puede ser considerada, en este sentido, como “una inversión en solidaridad y, por tanto, hay tener en cuenta también un retorno de esta inversión”, explica la presidenta de la Asociación Española de Fundraising.

El creador de Microsoft es un buen ejemplo de este nuevo tipo de mecenas que se preocupa de seguir el destino y el éxito de sus donaciones. La Fundación Bill y Melinda Gates no es una empresa, pero actúa con espíritu empresarial. “Lo primero que pide Gates son resultados; su fundación pone dinero en proyectos mientras demuestren que tienen un impacto”, explica Rafael Vilasanjuan. Durante la última década la fundación de los esposos Gates ha evolucionado desde la idea clásica del multimillonario que hace donativos casi a ciegas hasta el conocimiento profundo y sobre el terreno de los problemas de la población a la que se quiere ayudar y la selección de las estrategias que pueden ser más efectivas. Éste es el motivo de que Bill y Melinda Gates financien proyectos que tienen impacto sobre la salud de las personas. La fundación Gates, fundada en 1994 con una dotación de 73 millones de euros, dispone actualmente de un fondo de más de 27.709 millones de euros y durante los últimos tres años ha dedicado a donaciones, becas y ayudas a la investigación científica una media de 2.386 millones de euros anuales.

“Gates no pide rentabilidad económica para sus donaciones, pero ha introducido un criterio muy empresarial de revisión constante de los resultados que se consiguen con estas inversiones”, destaca Vilasanjuan. Además, se ha convertido en un gran conocedor de los problemas que afectan a los países en desarrollo y los retos de la ciencia moderna. En este sentido, uno de los puntos de interés de la Fundación Bill y Melinda Gates es lo que se podría denominar la ciencia que no tiene mercado, es decir, aquellos sectores –el de ciertos medicamentos, por ejemplo– aquellos no interesan a las compañías privadas porque afectan a personas que no tienen recursos económicos.

Uno de los retos de Bill Gates es conseguir erradicar del planeta la poliomielitis –una enfermedad que en pocas décadas ha quedado arrinconada en unos pocos países en desarrollo– y para ello se ha ganado la ayuda de otros mecenas como el multimillonario mexicano Carlos Slim, que se comprometió el pasado 25 de abril a dedicar 77 millones de euros al programa de la Fundación Bill y Melinda Gates contra esta enfermedad. El origen y los objetivos de la Fundación Ramón Areces, creada en 1976 por el fundador del grupo El Corte Inglés, tienen muchos puntos en común con los grandes mecenas norteamericanos. “Don Ramón Areces no tenía hijos y decidió legar un paquete importante de acciones del grupo a la fundación que lleva su nombre con el objetivo, como él decía, de devolver a la sociedad lo que la sociedad le había dado”, recuerda el director de esta entidad, Raimundo Pérez-Hernández. El propio fundador estableció que la fundación se dedicaría a fomentar la investigación científica, contribuir a la formación de capital humano –en especial con becas para ciudadanos españoles para estudios en el extranjero– y a la difusión del conocimiento y el saber académico, científico y universitario.

En el caso de Leonard Lauder, el objetivo de su donativo –a parte de las cuestiones familiares y fiscales– no es científico sino que se acerca más al de los mecenas del arte de la época del Renacimiento. En concreto, su interés es ayudar a completar las colecciones del Met, un museo hasta ahora deficitario de obras de principios del siglo XX. Las razones estrictamente personales –Lauder es un gran aficionado a los museos y las colecciones de arte– cuentan mucho a la hora de decidir adónde va a parar el dinero de los mecenas. Es conocida, por ejemplo, la tendencia muy enraizada en muchos magnates por dedicar parte de su fortuna a crear centros de enseñanza o financiar las universidades donde pasaron su juventud.

Uno de los casos más destacados al respecto es el de la conocida como Universidad de Stanford, que en realidad es la Universidad Leland Stanford junior, creada en 1891 por un donativo personal del gobernador de California Leland Stanford y su esposa Jane Elizabeth en memoria de su hijo muerto de tifus cuando tenía 15 años. Es decir, el nombre de esta famosa universidad privada no se refiere a la zona del condado de Santa Clara (California) denominada Stanford sino al hijo del mecenas que hizo construir este centro. Las universidades y escuelas universitarias son desde hace años el sector más beneficiado por la filantropía en Estados Unidos. Sólo en el 2012, por ejemplo, estos centros superiores de enseñanza recibieron donativos por valor de 18.600 millones de dólares. Esta cifra equivale a unos 14.200 millones de euros, es decir, el presupuesto del Ministerio de Educación español durante cuatro años.

En segunda posición en el ranking de sectores beneficiados por los mecenas estadounidenses se encuentran los servicios sociales (10.929 millones de euros en 2012), seguidos de la cooperación internacional (9.005), la salud (5.387) y los centros médicos y hospitales (3.771). Los centros religiosos, predicadores y similares declararon haber recibido el año pasado en Estados Unidos 1.385 millones de euros en donativos.

No existen datos suficientemente contrastados para detallar las cantidades totales ni los sectores más beneficiados por el mecenazgo y el altruismo en general en España, pero Rafael Vilasanjuan recuerda el tópico de que en nuestro país los ricos dan dinero para la cultura y las clases medias ayudan como pueden a los pobres. El caso de Amancio Ortega sería un ejemplo de que los prejuicios nos pueden llevar a engaño. La hermanas Koplowitz serían otra muestra. Alicia Koplowitz creó en 1994 y sigue presidiendo la Fundación Vida y Esperanza, dedicada a la atención de niños procedentes de familias con problemas graves, personas con discapacidades y ancianos. Esta misma fundación financió la construcción del Centro de Esclerosis Múltiple de la Comunidad de Madrid Alicia Koplowitz, uno de los más importantes de Europa en esta especialidad.

En aparente competencia filantrópica, Esther Koplowitz creó en 1995 su propia fundación con el objetivo de crear y mantener residencias para personas de la tercera edad, la asistencia psicosanitaria a menores, enfermos y desvalidos; así como el fomento de la educación, la cultura, las artes y las ciencias, y la protección y sostenibilidad del medio ambiente. Un donativo de más de quince millones de euros hizo posible la inauguración en octubre del 2010 en Barcelona (junto al hospital Clínic) del Centro Esther Koplowitz, dedicado a la investigación biomédica.

Muy cerca del Centro Esther Koplowitz, en el conjunto histórico del hospital Clínic de Barcelona, el pasado mes de enero fue inaugurado el Centre d’Investigació Biomèdica Cellex, equipado gracias a un donativo de más de 8 millones de euros de la Fundació Cellex, creada en el 2002 por el químico y empresario catalán Pere Mir, el principal mecenas de la ciencia de Catalunya. Hasta el momento, la mayor contribución de un mecenas dirigida al fomento de la ciencia en España es precisamente una ayuda de 16 millones de euros de la Fundació Cellex al Institut Català de Fotònica (ICFO) para la contratación de personal especializado y la construcción del edificio Nest-Cellex, inaugurado hace justo un año.

Los ejemplos de mecenazgo millonario en nuestro país aún son escasos, pero los que aparecen en escena empiezan a ser notables.

EL AUTOR/A DE ESTA NOTICIAS ES JOAQUIM ELCACHO. SI QUIERES LEERLA EN LA VANGUARDIA, EL MEDIO EN EL QUE SE PUBLICÓ EL 31/05/2013, ESTE ES SU ENLACE:

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