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Educación Financiera Básica

19 de marzo de 1474

El Estatuto de Venecia, las ideas se protegen por primera vez

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Hoy en día no hay invento, proceso industrial, aplicación informática, canción, película u obra literaria que no se proteja legalmente, sobre todo si su autor considera que su idea es verdaderamente innovadora y demandada, y tiene intención de comercializarla y obtener con ello un beneficio.

Muchos han sido los inventos que han cambiado el mundo, empezando por la rueda, el arado, la escritura, la bombilla, el telescopio o la radio, invento atribuido durante muchos años a  Giuseppe Marconi, hasta que la Corte Suprema de EE.UU. le retirase la patente en 1943 en favor de Nikola Tesla, que la había registrado en 1896. En honor a Tesla, el nombre de la unidad de medida de la intensidad del flujo magnético en el sistema internacional, llamada como él, tesla, reconoce a este autor por su trabajo.

También el científico español Julio Cervera, inventor y emprendedor, once años antes que Marconi ya había inventado la comunicación sin hilos y el mando teledirigido, pero la radio le fue atribuida a Marconi durante muchos años porque su patente fue anterior, hasta que se conoció el registro del croata Tesla. Hay que entender, que las comunicaciones en aquella época no eran las que son hoy, y muchos inventores en diferentes lugares del mundo, trabajaban en ideas parecidas que no siempre se podían registrarpatentar para reconocer a su creador. 


Parecería lógico pensar que esa protección legal que hoy se realiza mediante patentes, podría haber surgido con la Revolución Industrial pero, lo cierto es, que ya entre los años 1475 y 1550 en la República de Venecia, en Italia, se registraron más de 100 patentes para inventos o “privilegios de invención”, como se denominaban entonces.   

Incluso antes de esa fecha, ya hubo ideas con “cierto” reconocimiento legal, como las de algunas recetas culinarias concedidas en Sibaris, antigua colonia griega hacia el siglo VII a.C.; o la otorgada en Florencia al arquitecto Brunelleschi en 1421, por una barcaza que se destinaría a elevar el peso del mármol que era necesario transportar desde Carrara hasta Florencia para construir su famosa catedral. Brunelleschi, reacio a dar detalles de sus muchos inventos para evitar que fueran copiados y atribuidos a otros, consiguió proteger durante 3 años su barcaza, de nombre Il Badalone. Se podría decir que esa fue la primera vez que se concedió una patente a un invento, la pena fue que la barcaza se hundió en su primer viaje.

El origen del derecho de patentes, sin embargo, se atribuye al Estatuto de Venecia  de 19 de marzo de 1474, que obligaba a comunicar inventos y nuevas técnicas a cambio de protección legal para sus autores durante 10 años. Cualquier persona que quisiera utilizar un invento protegido por ese estatuto, debía solicitar permiso de su creador ya que, de no hacerlo, las copias serían destruidas.

En sus inicios, en la Venecia del siglo XV, el objetivo principal al otorgar una patente era que el inventor revelase su descubrimiento, fuese del tipo que fuese, para obtener una mejora o avance en beneficio de la sociedad y, por supuesto, también de la corona que lo otorgaba fomentando la actividad económica. A cambio, el inventor podía explotarlo en exclusiva durante un determinado periodo de tiempo. Por algo, el término patente deriva de la palabra latina patens, patentis, que significaba “estar descubierto”.

El objetivo secundario de la patente, después de permitir que saliera a la luz, era prohibir que esa brillante idea fuese copiada para beneficio de otros que no fueran su creador, que era reconocido gracias al derecho que la patente le otorgaba.

Otra de las primeras protecciones del siglo XV, es la concedida por la reina Isabel La Católica mediante una Real Cédula de Privilegio de Invención a D. Pedro Azlor, en el año 1478, por la invención de un nuevo sistema de molienda, pero este y otros muchos privilegios que fueron concedidos desde el siglo XV hasta principios del XIX en España y en otros lugares del mundo, no estaban recogidos en ninguna ley y no existen registros que permitan su comprobación. Muchas han sido las personas que aportaron valor con sus ideas, pero nunca han tenido reconocimiento legal ni público por su trabajo.

Por otro lado, remontándonos de nuevo al siglo XV, algunas de esas primeras patentes no eran concedidas a sus verdaderos inventores, sino a empresarios o personas que las importaban, como ocurrió con la primera patente inglesa concedida en 1449 a John Utyman por el proceso de fabricación del cristal utilizado por los vidrieros venecianos, sus primigenios creadores. Además, esta patente se otorgó por 20 años en lugar de los 10 habituales, y a cambio de la concesión, era obligación enseñar el proceso a los fabricantes ingleses. Los abusos dieron lugar a protestas y a que muchos privilegios y patentes concedidas se tuviesen que anular en Inglaterra, dando paso a un nuevo reglamento, el Estatuto de Monopolios de 1623, que solo concedía exclusividad de uso al inventor original, al primero, y por un periodo de 14 años. 

Tras la Revolución Industrial, muchos países se fueron sumando con su legislación en materia de patentes a Italia e Inglaterra: EE.UU. en 1790, Francia un año más tarde, España en 1811, Alemania en 1877… Sin embargo, ¿qué ocurría con las patentes a nivel internacional?, ¿estaban las ideas verdaderamente protegidas en países distintos al de invención? Era evidente que no, porque a la Exposición Internacional de Invenciones celebrada en Viena en 1873 se negaron a asistir muchos creadores extranjeros por miedo a que sus ideas fuesen copiadas y comercializadas en el extranjero, y por ese motivo nace en 1883 el Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial.

En 1886, el escritor francés Victor Hugo y la asociación literaria a la que pertenecía, propician el nacimiento de otro convenio, pero para proteger internacionalmente los derechos de autor. Es el Convenio de Berna para las Obras Literarias y Artísticas.

De la unión de los convenios de París y Berna surgen las Oficinas Internacionales Reunidas para la Protección de la Propiedad Intelectual, con sede en Berna, Suiza, que acabarán transformándose en 1970 en la OMPI, Organización Mundial de la Propiedad Intelectual con sede en Ginebra, hoy parte de la ONU. Este organismo celebra todos los años el 26 de abril el Día Mundial de la Propiedad Intelectual.

También en la década de los 80 del siglo XX nace la Oficina Europea de Patentes (OEP), que concede todos los años el Premio al inventor europeo.

Durante muchos años estos organismos han velado por reconocer el trabajo de creadores, inventores, artistas de todo el mundo y por proteger la propiedad intelectual de sus brillantes ideas.

 

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