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Educación Financiera Básica

15 de noviembre de 2017

Se vende Salvator Mundi, de Leonardo da Vinci, por 382 millones de euros

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El 15 de noviembre de 2017 tuvo lugar una de las subastas más increíbles de la historia del arte, no solo por el precio alcanzado, sino también por el objeto subastado: un cuadro de Leonardo de Vinci, vendido por 382 millones de euros.

Cuando se encontró esta obra, y una vez restaurada para eliminar el exceso de pintura, se autentificó como uno de los originales perdidos del gran maestro renacentista. ¿Por qué se alcanzan estas cifras millonarias en las subastas? ¿Qué obras son las más cotizadas y qué motivos mueven a las personas para pagar esos precios?

Dentro del mundo del arte, el coleccionismo ha sido siempre uno de los motores de la creación. Ya desde la Antigüedad, el hombre ha querido rodearse de objetos bellos. Como los objetos artísticos eran piezas únicas, los artistas más diestros, o los que mejor sabían hacerse pasar por tales, eran reclamados por los ricos y poderosos para que llenasen sus casas de cuadros, estatuas, joyas o muebles, pagando por estas piezas, a veces, auténticas fortunas.

Durante mucho tiempo, solo las familias reales, los nobles o los grandes dignatarios eclesiásticos tuvieron, en el mundo occidental, la capacidad para conseguir las mejores piezas. Estas solo cambiaban de mano raramente, debido a las ruinas familiares o al saqueo. 

Pero en los últimos siglos, el coleccionismo empezó a llegar a otras capas sociales: grandes empresarios, comerciantes enriquecidos... Las obras de arte pasaron a ser un signo de posición y estatus. Pronto empezaron a cambiar de mano con mucha mayor frecuencia. Y en cada transacción, el precio de las obras más codiciadas iba subiendo.

En el siglo XX, al ansia coleccionista, se unió el hecho de que el arte pasó a ser un destino más para la inversión. Efectivamente, si una obra artística subía de precio al ser cada vez más demandada, ¿por qué no usarla para ganar dinero al venderla a un precio más alto que el de la compra? 

Así, miles de obras de arte van cambiando de mano, muchas veces sin ver la luz más que en el momento de la transacción, pasando el resto del tiempo en cajas fuertes.

Aunque este fenómeno se da con todo tipo de objetos artísticos, como hemos visto, es la pintura la que proporciona los momentos más electrizantes. ¿Quién no ha oído hablar de subastas en las que los cuadros de los grandes genios del pincel alcanzan precios exorbitantes?

El 15 de noviembre de 2017 tuvo lugar una de las subastas más increíbles de la historia del arte, no solo por el precio alcanzado, sino también por el objeto subastado: un cuadro renacentista de Leonardo de Vinci, vendido por 382 millones de euros. Sin embargo, los cuadros más cotizados son en su mayoría de corrientes artísticas de los siglos XIX y XX. El Impresionismo, surgido en el siglo XIX, fue el estilo que propició una nueva forma de entender la pintura. Ante el avance de la fotografía, los artistas sintieron que el simple hecho de reproducir la realidad tal como era ya no bastaba, y empezaron a realizar pinturas en las que lo importante eran los sentimientos que esa realidad despertaba en ellos.

Del impresionismo surgieron otros movimientos como el simbolismo, el modernismo o todas las vanguardias de principios del siglo XX: cubismo, fauvismo, futurismo... 


El arte abstracto es la  culminación de esa tendencia: el arte ya no imita a la naturaleza sino que crea un mundo propio.

Aunque el arte ha movido grandes cifras en las subastas, también por otros objetos los coleccionistas han llegado a pagar cifras estratosféricas. Del mismo Leonardo da Vinci se subastó uno de sus códigos, el llamado Códice Leicester o Hammer, en recuerdo de sus diferentes propietarios. Este códice contiene estudios del artista sobre astronomía, cosmología y astronomía, y hoy en día es propiedad de Bill Gates.

Pero se ha subastado casi de todo: joyas, esculturas, deportivos, violines Stradivarius, vino… y no siempre por razones económicas, sino también por razones benéficas o sentimentales. ¿Por qué sino pagar por un mechón de pelo de Elvis 115 000 dólares, por un vestido de Marilyn Monroe más de un millón, o por una pelota de béisbol tres? La emoción de recordar una hazaña en concreto, hizo que Todd McFarlane, un famoso dibujante, pagase esa cifra por una pelota de béisbol del jugador Mark McGwire. ¿Extravagancia o locura?   ¿Sinsentido y emocionalidad? o ¿visión de futuro y oportunidad?

                                                               ¡Valóralo tú mismo! 

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