Las
palabras “mecenas” y “mecenazgo” provienen de la figura de Cayo Mecenas, un
personaje de la nobleza romana en tiempos del emperador Augusto (finales del
siglo I a. C.). Mecenas, consejero del propio emperador, dedicó parte de su
fortuna a promover la carrera de artistas y poetas, entre los que se
encontraban autores como Virgilio u Horacio. Su labor le ha valido dar nombre a
todos aquellos que promueven el apoyo y el patrocinio desinteresado de las
artes.
Resulta curioso que sea un simple
noble el que haya pasado a la historia como prototipo de esta labor de
patrocinio, ya que durante la mayor parte de la historia, y sobre todo en el
Mundo Antiguo, fueron el poder político: reyes y emperadores, y el religioso:
la Iglesia, los que más se han distinguido en este campo.
El mecenazgo no se ha de confundir con el patrocinio publicitario. Este último busca un beneficio económico al apoyo de un artista, mientras el mecenas no lo exige, aunque, evidentemente, busca un tipo de remuneración distinto, basado en el placer estético, la satisfacción de su propia vanidad, la promoción pública de su figura e, incluso, la salvación de su alma mediante el apoyo al arte sacro. Sobre este último aspecto, resulta muy curioso observar en muchas obras de los períodos gótico o renacentista, el retrato del donante compartiendo protagonismo con santos y personajes divinos.

El mecenas puede limitarse a costear los gastos de sus protegidos o,
más frecuentemente, puede intervenir en su carrera mediante encargos concretos.
Un mecenas poderoso puede influir decisivamente, a través de su gusto reflejado
en las obras de sus artistas, en la orientación de períodos enteros de la
historia del arte.

El mecenazgo moderno surge en el Renacimiento
y se extiende en los siglos siguientes. Monarcas, familias poderosas y miembros
de la Iglesia pugnan por tener en su círculo a los mejores artistas. Estos
realizan desde edificios monumentales y obras literarias hasta pinturas, joyas
o tapices: todo destinado a glorificar el nombre del mecenas. Así, Miguel Ángel trabajará para los papas,
o Cervantes buscará el apoyo de los
poderosos Grandes de España a la hora de editar sus creaciones.
El mundo contemporáneo ha visto un cambio en el mecenazgo. Primero fue el Estado quien, a través de instituciones como las Academias, procuraba la promoción de los artistas que seguían los cauces del “arte oficial”. Luego fueron los coleccionistas y marchantes quienes acogieron a los creadores, y hoy día no es raro que sean grandes corporaciones las que patrocinen el arte en una curiosa, y no siempre inocente, mezcla de patrocinio desinteresado y búsqueda de impacto publicitario.
Ahora
que ya sabes un poco más sobre la financiación de las obras de los artistas del
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