El
11 de diciembre de 1911, Marie Curie recoge su segundo premio Nobel en
Estocolmo, el Nobel de Química y, en su conferencia, no olvida la contribución
de su marido Pierre Curie, ya fallecido, a ese galardón. Se le otorga por “sus
servicios al avance de la química y el descubrimiento de los elementos químicos
radio y polonio, así como por aislar el radio y estudiar la naturaleza y
compuestos de este destacado elemento” como indica la página web de estos
famosos galardones.
Ocho años
antes ya había recibido el Nobel de Física junto a su marido y a Henri Becquerel, por sus
investigaciones sobre la radiactividad, fenómeno
bautizado por ella. En esa primera
ocasión, parece que Pierre aseguró a los responsables de la concesión del
Nobel, que no aceptaría el premio, que le ofrecían solo a él y a Henri Bequerel, si no se reconocía el
trabajo de Marie.
Los Premios Nobel se entregan
anualmente desde 1901 a aquellas personas e instituciones que contribuyan al
progreso y al bienestar de la humanidad en diferentes campos. Alfred Nobel, científico de
nacionalidad sueca e inventor de la dinamita, así lo dejó escrito en su
testamento, y utilizó su fortuna para que se concediesen premios en cinco
disciplinas: 1. Física; 2. Química; 3. Medicina
y Fisiología; 4. Literatura; 5. Paz. Posteriormente, desde el año 1968, se
concede también a la categoría de Economía.
Hoy, en muchos países del mundo, puede parecer
inverosímil que una mujer tenga prohibido formarse o recibir un galardón por su
trabajo, pero hace relativamente poco tiempo, a principios del siglo XX, a una
mujer valiente llamada María Salomea
Sktodowska-Curie, por todos conocida como Marie Curie, le ocurrió. Sin embargo, su deseo de aprender y de superarse
fueron más fuertes que los frenos sociales de su época. Tras muchos años de
estudio clandestino en una institución secreta de su país de nacimiento,
Polonia, y después de seguir estudiando en Francia en la facultad de Ciencias,
donde la mayor parte de sus compañeros eran hombres, consiguió llegar a lo más
alto: consiguió ser la primera persona galardonada con dos premios Nobel en disciplinas en las que nunca
antes los había recibido una mujer. También,
fue la primera profesora y catedrática de
la universidad de la Sorbona, en París.
Ejemplos de estudio y dedicación como los de
Marie los hay de otras mujeres nacidas incluso siglos antes que ella. Elena Cornaro Piscopia, por ejemplo, nació en Venecia en el siglo XVII
y fue experta en Filosofía, Astronomía, Matemáticas, Teología y otras
disciplinas, además de ser compositora y de hablar varios idiomas. Fue la primera mujer que consiguió un doctorado
universitario. Su deseo fue conseguirlo en Teología, su pasión, pero tuvo
que hacerlo en Filosofía ya que la iglesia se lo negó, pues no concebía que una
mujer pudiese ser enseñante de monjes.
Elena Cornaro fue una mujer afortunada de su época. Pocas mujeres eran universitarias entonces y, al ser la excepción, parecía no preocupar a nadie que alguna, como Elena, quisiera hacerlo. Además, recibió el respaldo académico de sus profesores particulares y el económico de su padre, y vivió en un momento de esplendor de Italia, cuando este país era un referente de las artes y las ciencias en Europa.
Marie, sin embargo, a pesar de que también contó con el apoyo de su padre y de su hermana, no tuvo tantos recursos económicos. Esperó años hasta poder trasladarse a París y recibir formación universitaria. Se dice que sufría desmayos a causa del hambre y, para poder subsistir y pagar sus estudios, daba clases de noche y estudiaba de día.
Y es que la formación de la mujer es relativamente reciente. Hay países, pues no en todos es posible todavía, donde además se tiene la fortuna de poder estudiar, al menos la educación básica, con independencia de la clase social a la que se pertenezca, gracias a que la educación hasta determinada edad, está subvencionada por el Estado, es gratuita. Pero el sexo, la raza, o la condición social, fueron algunos de los frenos que las mujeres tuvieron que salvar para poder estudiar.
Si ha sido difícil la educación de las niñas, muchas veces en costosos centros privados,
más difícil todavía ha sido llegar a matricularse y estudiar una carrera
universitaria o conseguir un doctorado, como le ocurrió a Marie. ¿Sabías que Margaret Bulkley y Enriqueta Faver se tuvieron que hacer pasar por hombres para
estudiar Medicina en Edimburgo y en París en el siglo XIX?, ¿o que María de Guzmán en España consiguió el
título de doctora en 1785 gracias a una autorización del rey Carlos III? ¿Tenías
idea de que en muchos países, durante años, las mujeres solo han asistido a la
facultad para examinarse o escuchar alguna conferencia, pero no para asistir a
clase de manera regular? ¿O que, por ejemplo, en Arabia Saudí, la primera universidad para mujeres se creó en 1970?
Son muchas las personas a las que les debemos logros
legales y sociales que ahora parecen tener poco valor para nosotros y, en
ocasiones, ¡hasta despreciamos!, como el derecho
a la educación. Por eso, hemos querido recordar en la actividad relacionada
con este texto dos cosas: por un lado, los logros de algunas mujeres de ciencia
como Elena Cornaro, Marie Curie y otras mujeres
que han obtenido también el premio Nobel en diferentes disciplinas; por
otro, concienciar de la importancia de que los Estados inviertan recursos en educación
e investigación y se superen las
barreras que limitan el acceso a la educación, conociendo un poco mejor la
situación de nuestro entorno particular.